SÁNCHEZ AMAGA CON DIMITIR


Queridos amigos. Respondo a la lacrimógena carta de Sánchez en la que, cual mártir de la “derecha extrema” y de la “extrema derecha”, esclavo del amor a su mujer, amaga con dimitir como Presidente del Gobierno en una oda al romanticismo que para sí la quisiera el empalagoso Bécquer.

Con su habitual argumentario guerracivilista, reforzando “el muro” que ha levantado entre españoles y amparándose en la lástima, olvidando que a la política se viene llorado de casa, Sánchez embarca a la mitad de España contra la otra mitad. Porque Sánchez sabe que “la víctima” es el héroe de nuestro tiempo. Y de eso, justo de eso, trata la gazmoña epístola del Presidente del Gobierno, la carta de un manipulador cuando se ve acorralado: convertirse en “víctima” para levantar simpatías, unas simpatías de las que ya no goza.

Sánchez sabe que no se le quiere en España. Sánchez sabe que tiene “poder” (mucho poder), pero no “autoridad”. Sánchez sabe que no puede salir a la calle sin un ejército de guardaespaldas. Sánchez sabe que no puede dar un discurso al aire libre sin un puñado de figurantes que (a tanto la hora) hagan como que sonríen. Sánchez sabe que sus libros se colocan bocabajo en todas las librerías. Sánchez sabe que se le sacan rimas soeces referidas a su sodomización por el independentismo. Sánchez sabe que no puede acudir a un desfile militar sin que lo abucheen y le silben. Sánchez sabe que no puede pararse a hablar con un albañil, a besar a un bebé o a saludar a una anciana. Sánchez sabe que, del Ebro hacia abajo, lo tiene todo perdido. Y la única forma que tiene Sánchez de que le quieran (un poquitín) es encendiendo el odio de unos españoles contra otros, activando la mecha cainita heredada de Podemos, desempolvando el “¡no pasarán!” de Dolores Ibárruri, recordando el “conmigo o contra mí” de los césares y generando lástima. Y de esa manera, piensa él, como el Caudillo que tanto pasea, desactivará la conspiración judeo-fachónica y recibirá en la Plaza de Oriente una larga salva de aplausos.

La carta del narcisista –insisto en ello– va de eso: Sánchez invoca un último cierre de filas entre los restos del Partido Socialista, el naufragio de Sumar y sus pujantes socios separatistas antiespañoles: un Frente Popular con lo mejorcito de cada casa antes de emprender la enésima huida hacia adelante con una moción de confianza en el Congreso que lo eternice en aquello que, según Sánchez, nunca en la vida anheló: el poder. Sí, sí, lector. Como lo oyes. Esto ha escrito Pedro Sánchez en su carta: “nunca me he sentido apegado al poder”. Inquietante, lector. Inquietante. P´abernos matao.

Por tanto, mi tesis principal es ésa: Sánchez se quedará para rato. De todas formas… ¿puedo descartar su dimisión el próximo lunes? En absoluto. A Sánchez sólo lo entiende Sánchez, e incluso a su psiquiatra le cuesta seguirle.

Como norma, ningún Presidente del Gobierno de la Tierra anuncia que se toma unos días de vacaciones para decidir si se va. Quiero decir, ninguno con dos gramos de responsabilidad y cinco gramos de vergüenza. Un político se va o se queda, pero sin enrolar a todo el país en su psicodrama, sin molestar a la ciudadanía, sin hacernos pasar vergüenza ajena con melodramas al estilo Love Story, sin fatigar a la militancia y sin acciones estrafalarias al modo del plebiscito para la compra del chalé de Galapagar, un asunto del que todavía me meo de risa cuando recuerdo a los abducidos de Podemos votando, cual ovejas, sobre si su pastor y su pastora se podían comprar un casoplón en régimen de gananciales. De Berlanga, vamos. De Berlanga.

Pero estamos hablando de Sánchez, de un hombre más enamorado de sí mismo que de Begoña; de un hombre más enamorado de sí mismo que del Falcon que aprovisiona ansiosamente con whisky de doce years.

¿Podría temer Pedro Sánchez la imputación de su esposa?

Podría.

¿Podría temer Pedro Sánchez la extorsión permanentemente de sus socios separatistas o la amenaza del Tribunal Supremo de boicotear “sine die” la inminente Ley de Amnistía?

Podría.

¿Podría temer Pedro Sánchez que Ábalos y Koldo acaben cantando La Traviata?

Podría.

¿Podría temer Pedro Sánchez que acabe por desvelarse lo pirateado en su teléfono móvil por el moro Mohamed?

Podría.

Y todo eso junto, sin duda, podría haber provocado en Sánchez un sincero deseo de dimitir. No lo niego. De hecho, el 23 de febrero de este año publiqué un artículo en Facebook titulado “No descarto que Sánchez se fugue”. Sigue colgado en mi muro para quien tenga curiosidad. Y por eso, desde hoy, propongo vigilar los maleteros de los coches y repasar los tratados de extradición con Venezuela, Colombia y República Dominicana. Por si las moscas.

En todo caso, por si de verdad lo estuviese meditando, sólo tengo una cosa que decir al Presidente:

<<Pedro: vete a tu casa ya, pordióbendito. No te merecemos. Y no te preocupes por tu futuro laboral: creo que en el bar de Pablo Iglesias aún contratan camareros>>.

Cagoentóloquesemenea y mitad del cuarto más.

Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.

Médico y escritor malagueño.

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