En defensa del Rey


Se cumplen diez años desde que su Majestad Felipe VI fuera proclamado Rey de España. Desde entonces han sido muchas las críticas a las que ha sido sometido. Por un lado, el habitual y estúpido argumento en relación al mundo moderno que nos ha tocado vivir en el que todo aquello que no haya sido escogido por la masa carece de validez. El más limitado llega incluso a afirmar que sólo una república es verdaderamente democrática. Una falacia que se repite continuamente, pues no en todas ellas al jefe de Estado lo escogen los ciudadanos. 

Existen repúblicas como China, Sudán del Sur, Burundi, Cuba, Turkmenistán, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Uzbekistán, Chad, Bielorrusia y un largo etcétera que supera más de la veintena de países en las que el pueblo no escoge directamente a su jefe de Estado. Incluso podemos recurrir al caso de Italia, bien conocido, en el que el jefe de Estado no es escogido directamente por los italianos sino por el parlamento y entre negociaciones de los máximos representantes.

Precisamente en esa absurda idea de centrarse en cómo el gobernante ha obtenido el poder y no en el qué, nace la ley de amnistía que ha generado muchas críticas -en este caso por parte de «la derecha»- al Rey por sancionarla. Es curioso que un pueblo que despojó de la mayoría de poderes al monarca ahora le exija que haga aquello que le prohibieron. Incluso algunos sostienen -no sabemos si víctimas de su ignorancia o por maldad- que el Rey podría haberse negado a firmarla y abdicar. Una afirmación que desde el año pasado lleva siendo repetida continuamente por supuestos antisanchistas que -con su idiocia- están defendiendo intrínsecamente que el jefe de Estado sea Sánchez y que todos los españoles nos acostemos con un psicópata que también sería Capitán General de los Ejércitos (ahora es el Rey). Vamos, ¡el sueño húmedo de Sánchez defendido por aquellos que dicen combatirlo! ¡Los psiquiatras deben estar frotándose las manos!

Otro tema importante es la cuestión militar. En una monarquía, el Capitán General de los Ejércitos es el Rey y no debemos olvidar -por mucho que estemos habitando en una excepción histórica- que es en la más extrema necesidad cuando todos acuden a resguardarse en la unidad del ejército porque está obligado a defender una historia, una cultura común, un pueblo y una nación. Esto impide que un demagogo surgido de alguna hedionda asamblea universitaria, red social o un henchido de pretensiones pueda tener la última palabra sobre el ejército y que este sea el último bastión que pueda impedir la destrucción de la nación.

Pero el necio necesita soflamas baratas y enemigos fácilmente localizables para subsistir, pues se pierde en la profundidad. Y ahí llega el argumento más temido: por lo menos el jefe de Estado sería uno más; uno como nosotros. «¡Cualquiera podría ser jefe de Estado!», exclaman. ¿No es acaso una alegría, un gozo y motivo de celebración? Rotundamente no. Sería espantoso, aterrador, horrendo y monstruoso que esa masa ágrafa, perturbada, inmoral y execrable que colocó con su voto a esos gobernantes que redactaron la infame ley de amnistía encima tuvieran la capacidad de escoger al máximo mandatario. Así que más criticar lo que vota nuestro alrededor y menos a Felipe VI.

¡Viva el Rey!

Jano García en The Objective

1 Comments

  1. A EXCEPCIÓN DEL DISCURSO DEL 3 DE OCTUBRE DE 2017, contra el golpe de estado separatista en Cataluña, no recuerrdo gesto alguno de Defensa de España, de la unidad nacional, de su integridad, etc.

    Es decir, para mí que viva el rey, pero en su casa…

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